Margiela les années Hermès

12/09/2018

By Mayte De La Iglesia

Segundas partes, en esta ocasión, pueden ser incluso mejor que buena opción. Y es que tras haber visitado la exposición que el Musée Galliera dedicaba al diseñador Martin Margiela y salir con la extraña sensación de haber conocido en mayor profundidad su trabajo pero habiéndolo bajado de los altares en los que lo teníamos, visitar la exposición celebrada por el MAD (de siempre conocido como Musée des Arts Décoratifs), también en París, y casi simultáneas en el tiempo, pero esta vez dedicada al diseñador mientras estuvo al frente de la casa Hermés, nos aportó una nueva perspectiva que devolvía al nombre de Margiela el respeto que merece.

En esta segunda exposición, en la que hoy nos adentramos, vamos a conocer cómo la creatividad del genio anónimo, ya que se desconoce todo sobre su apariencia y vida personal, hizo que el universo de su propia firma traspasase fronteras hasta colarse en la “maison” de lujo francesa por excelencia.

Margiela y Hermès en un recorrido que permite conocer a la perfección la unión de ambos universos.

Para comenzar, en el inicio de la exposición se aborda una cuestión que siempre fue planteada desde dentro del círculo de la moda y que para muchos, años más tarde, seguía sin respuesta: ¿Por qué un diseñador “anónimo”, alejado de los focos, que no otorga entrevistas, en la era de los fichajes estrella, es contratado por la casa más top para lanzar su línea de prêt-à-porter femenino? Parecen discursos alejados los de ambas casas uno más bien abocado al reciclaje y el otro enfocado en el lujo, también a los criterios que demandaba el mercado en aquel 2003, pero Jean-Louis Dumas supo desde el inicio que Margiela era lo que buscaban, lo que necesitaban.

Margiela estudió qué podía hacer, qué le dejarían hacer, mejor dicho, y negoció tener absoluta libertad. Libertad para eliminar el hasta entonces logo de la casa, el cual exhibía un carro y aúriga al estilo clásico greco-romano, dándole un aspecto más mínimal, no tener que diseñar colección alguna de sedas, uno de los productos estrella de la casa Hermès, u obviar elementos que no eran de su apetencia como botones. Y con esas premisas se comenzó a fraguar la mujer Hermès tal y como ha llegado hasta nuestros días.

Para entender de manera evidente y comparativa dónde confluyen ambos mundos creativos de Margiela, a lo largo del recorrido las salas se diferencian entre Margiela puramente exhibido en la zona de color blanco frente al Margiela para Hermès mostrado en un decorado de color naranja, y con elementos enfrentados donde vemos cómo encauza sus conceptos creativos para una firma u otra donde los símiles no dejaran de sorprendernos durante toda la exhibición.

Comenzamos, por ejemplo, con la “vareuse”, un tipo de camisa con abertura frontal originaria de los uniformes militares de los marinos y que tanto en una firma como en otra sería una constante a la hora de ser patronada en algodón, piel o cashmire como podemos observar y comparar en estas imágenes.

En cuestiones de casting también Margiela implementó su propio concepto de mujer “convencional”, que pareciese alguien de la calle pese a que se trataba de modelos profesional, o de belleza atípica con rasgos como el cabello o el color de la piel especiales, frente a los cánones impuestos por la industria en aquellos momentos.

Algo que también trabajo Margiela para Hermès fue afianzar los clásicos/básicos de la moda, como los trench, en su versión más lujosa como por ejemplo una gabardina realizada en piel blanca como la de la imagen.

Las pieles, al contrario que en Margiela, casi siempre de procedencia vintage y recicladas en su uso, para Hermès introdujo un selecto universo de peletería con ciertos matices como…

… hacerla reversible para restarle esa parte tan imponente que transmiten las piezas de peletería convirtiéndolas en un elemento más del día a día. Estando así incluso protegidas de la lluvia.

Un concepto ya existente en Margiela y rescatado para Hermés fueron las superposiciones como estrategia para vestir a capa a capa este nuevo concepto de estilo cómodo y relajado al tiempo que sofisticado.

Enfrentado a la superposición, la deconstrucción de la vestimenta visto en ambas firmas.

El tricot, como uno de los fuertes por imaginativo y creativo en Margiela y por absolutamente innovador en cuestiones técnicas desarrollando un tipo de confección sin costuras que a día se hoy se sigue valorando.

En ese ejercicio por eliminar los botones de la vestimenta, Margiela originó dos conceptos: el de la trabilla al estilo uniforme escolar pero removible, por un lado, y por otro crear los botones de seis agujeros para que al coserlos se pudiese recrear una H de Hermès de un modo discreto.

Pese a que en su contrato negoció nunca sacar una colección de sedas o tener que reinterpretar los clásicos de la casa finalmente, y a su manera, siempre a su manera, creó su propio “carré” en forma de cometa, eso sí, sin estampado alguno.

Otro elemento que fue reinterpretado fue el famoso bolso Birkin. Bueno, quizá la nueva versión de bolso no fue muy aclamada, pero sí otro de sus elementos: el estuche que cuelga del asa para resguardar la llave que abre el candado del mismo ahora transformada en collar/llavero como se puede apreciar en la imagen.

Por cierto, de aquel pañuelo en forma de cometa también surgió una nueva interpretación al unir dos piezas y por ejemplo convertirlo en top o vestido, dependiendo del tamaño.

La desnudez vestida fue otro de los conceptos trabajado tanto en Margiela como Hermès dando al cuerpo una nueva lectura que quizá ahora no nos parece nada llamativa pero que en su momento fue absolutamente revolucionaria.

La sobrefalda, un elemento que aparece en ambos universos con la intención de transformar cualquier look y siguiendo el trabajo de ir sumando capas a la hora de vestirse.

El universo nocturno se caracterizó por la sencillez, extraído de aquella colección generada con bolsas del supermercado, en el que las líneas y la ausencia de color fueron la nota predominante.

Una noche y unos looks de no-novia que nos llevan al final de este apasionante recorrido por cómo Martin Margiela fundó las bases del estilo para la mujer Hermès. Unos códigos puramente Margiela, a día de hoy asimilados a la “maison” francesa.

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